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La importancia de ver pa fuera

Estoy casi en las nubes. Salí del proyecto Ringu, en el equipo de trabajo del proyecto está Liz, mi antigua jefa y ya nos conocemos, nos llevamos bien todos en el equipo, voy a estar programando (que me gusta bastante) aunque no se mucho (y entonces voy a aprender), estoy en las oficinas de Xola que me quedan a una hora de la casa y a 15 minutos del ensayo, tengo un lugar propio y privado para mí... todo muy padre. Pero no hay ventanas.

Este cuartito (por que sí es un cuartito) está exactamente a la mitad del edificio, entre tres salas más grandes que sí dan a la calle y las escaleras; entonces además de los muebles y los gabinetes que hay de un lado de la sala sólo hay paredes blancas. Sólo hay UN cuadro que da la nota de color, y en la pared de enfrente hay un rotafolio con anotaciones en rojo. Ah, y la puerta color madera. Tanto blanco es energetizante, pero demasiado tenso. Entre la pantalla y las paredes acaba uno muy semaforeado.

Pero no es ése el punto. Yo desde siempre he sido el fan número 1 de la luz del sol (si en parte es por que soy friolento o no, esa es harina de otro costal) y a donde llego trato de ponerme cerca de una ventana o de algo que dé hacia la calle pues ver hacia afuera me tranquiliza. Con todo y que esté lloviendo a cántaros, o que en Tlalpan haya habido un accidente y los coches estén parados lanzando mentadas con el claxon, o cuando el aire sopla tan fuerte que cimbra los vidrios, si me canso de estar pegado a la pantalla de la computadora volteo a ver para afuera 5 minutitos, respiro hondo y sigo con lo mío.

En parte pudiera ser aspiracional. Estar en una oficina 10 horas al día 5 días a la semana es estar MUCHO tiempo encerrado mientras la vida sucede allá afuera. Ver lo que sucede en la calle es una manera de escapar al encierro, pero de todas maneras siempre me gustó ver hacia afuera por la ventana.

Como dato curioso (e inútil) con todo y que las oficinas donde estaba no me gustan, estaba pegado a un ventanal que abarcaba toda la pared con vista hacia Polanco/Toreo y en días claros de mucho aire, se podía ver (pequeñita, pero se podía ver) la Basílica de Guadalupe. El edificio está pegado a Periférico y a unos 700 metros está una primaria de muchos alumnos, y por ende mucho movimiento. Me tranquilizaba bastante viendo tanta ciudad cambiar de ánimos y de colores conforme pasaba el día, incluso en los que más trabajo tenía. Incluso en el Proyecto Ringu tenía la ventana atrás de mí, y me hacía más llevadero el día. Pero acá no, y me siento como león enjaulado, con todo y que estoy a gusto con las actividades y con el proyecto.

Por eso, aunque traigo comida y como aquí, diario salgo a caminar aunque sea unos 20 minutos para ver de qué cosas emocionantes de la vida del mundo exterior me estoy perdiendo mientras hago documentos y programas encerrado en mi jaula de oro (que no deja de ser prisión).


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Oyendo: Darren Hayes - Insatiable

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