Hace muchos, muchos años, cuando las cosas sólo tenían un nombre, vivía en una villita a un lado del Océano una joven.
La joven se llamaba Mar y dicen que era preciosa: de ojos del color del lirio fresco y pelo del color de la noche; decían incluso que una mirada de sus ojos de palmera joven podía calmar al Oceáno, que por entonces no era como lo conocemos hoy.
El Océano, que por entonces sólo era de un azul intenso, era violento y celoso de los hombres. Todo dentro de él lo tenía identificado, de modo que no le gustaba que las cosas tuvieran un nombre, y los hombres se lo ponían a todo. Sin embargo sabía que los hombres eran débiles e hizo un trato con ellos: En ciertos momentos, se calmaba y dejaba que algunos de los hombres tomaran unas pocas de sus cosas para que hicieran su comida, sus redes y tuvieran, al final, una vida cómoda. A cambio, los hombres no nombraban nada de lo que sacaran del Océano. Así era y así había sido desde que los viejos recordaban.
Así pasaba el tiempo en aquella villa, todos en comunión y respeto. Mar seguía siendo una joven preciosa y sus ojos aún intimidaban al Océano de vez en cuando. Los hombres lo sabían y todo marchaba bien.
Pero resultó que uno de los hijos favoritos del Océano sintió curiosidad de los hombres, y en un descuido de su padre, cuando todo estaba en calma, se acercó a unos de los barcos y los hombres, que no lo habían visto nunca, lo sacaron del agua para llevárselo. El Océano se dio cuenta en el último momento y ya no pudo hacer nada para evitarlo, pero se puso furioso a tal grado que se empezó a mover con tanta fuerza que el barco apenas se veía.
La gente en la orilla estaba aterrorizada, y alguien le gritó a Mar para que pudiera ir a calmar al Océano. Ella salió corriendo a la orilla a clavar su mirada verde y a soltar de gritos para que el Océano cediera, pero él estaba tan ciego por la furia que no notaba su presencia.
Impotente, Mar cerró sus ojos, respiró fuerte y, ondeando su cabellera del color de la noche, con paso ligero, se fue desnudando y metiéndose en el Océano sin miedo pero sin prisa. La gente le gritaba, pero el Océano gritaba más fuerte y no se oía nada más que su bravura.
Y cuando de Mar ya no se veía ni la punta de la cabeza y todo parecía perdido, sucedió el milagro: el Océano, que por entonces sólo era de un azul intenso, se fue tornando verde cerca de la orilla, y sus gritos y lamentos cedieron hasta que estuvo en completa calma. Despacito, los hombres regresaron a la orilla con lo que habían conseguido del Océano, que seguía manso, ante la mirada incrédula de la gente de la villa, pero de Mar ya nada se supo.
Dicen los viejos, que mucho de eso saben, que dormida en el fondo del Océano está Mar, que desde entonces son uno y lo mismo para recordárselo a cada momento. Y en su honor, los hombres llamaron al hijo predilecto del Océano marlin, empezando entonces la costumbre de nombrar las cosas que vienen del mar.
Dicen, nomás dicen, que el mar de vez en cuando manda a sus demás hijos, los marlines, a saltar por encima del agua para buscar a su hermano perdido. Y los hombres, que ya olvidaron sus promesas, los pescan sin saber que ellos sólo buscan a uno de su misma especie para regresarlo a donde pertenece.
Quizá cuando el marlin original regrese, también lo haga Mar, con su cabello negro como la noche y sus ojos de lirio fresco.
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Empezamos bien el año: tenía mucho (haciendo cuentas, como 4 años) que no escribía un cuento. Esto fue cocinado en Barra de Coyuca, cerca de Acapulco, donde el mar es de dos colores y a 50 metros hay una laguna. Ojalá les guste tanto como a mí y comenten algo.
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Oyendo: Enjambre - Suspira
La joven se llamaba Mar y dicen que era preciosa: de ojos del color del lirio fresco y pelo del color de la noche; decían incluso que una mirada de sus ojos de palmera joven podía calmar al Oceáno, que por entonces no era como lo conocemos hoy.
El Océano, que por entonces sólo era de un azul intenso, era violento y celoso de los hombres. Todo dentro de él lo tenía identificado, de modo que no le gustaba que las cosas tuvieran un nombre, y los hombres se lo ponían a todo. Sin embargo sabía que los hombres eran débiles e hizo un trato con ellos: En ciertos momentos, se calmaba y dejaba que algunos de los hombres tomaran unas pocas de sus cosas para que hicieran su comida, sus redes y tuvieran, al final, una vida cómoda. A cambio, los hombres no nombraban nada de lo que sacaran del Océano. Así era y así había sido desde que los viejos recordaban.
Así pasaba el tiempo en aquella villa, todos en comunión y respeto. Mar seguía siendo una joven preciosa y sus ojos aún intimidaban al Océano de vez en cuando. Los hombres lo sabían y todo marchaba bien.
Pero resultó que uno de los hijos favoritos del Océano sintió curiosidad de los hombres, y en un descuido de su padre, cuando todo estaba en calma, se acercó a unos de los barcos y los hombres, que no lo habían visto nunca, lo sacaron del agua para llevárselo. El Océano se dio cuenta en el último momento y ya no pudo hacer nada para evitarlo, pero se puso furioso a tal grado que se empezó a mover con tanta fuerza que el barco apenas se veía.
La gente en la orilla estaba aterrorizada, y alguien le gritó a Mar para que pudiera ir a calmar al Océano. Ella salió corriendo a la orilla a clavar su mirada verde y a soltar de gritos para que el Océano cediera, pero él estaba tan ciego por la furia que no notaba su presencia.
Impotente, Mar cerró sus ojos, respiró fuerte y, ondeando su cabellera del color de la noche, con paso ligero, se fue desnudando y metiéndose en el Océano sin miedo pero sin prisa. La gente le gritaba, pero el Océano gritaba más fuerte y no se oía nada más que su bravura.
Y cuando de Mar ya no se veía ni la punta de la cabeza y todo parecía perdido, sucedió el milagro: el Océano, que por entonces sólo era de un azul intenso, se fue tornando verde cerca de la orilla, y sus gritos y lamentos cedieron hasta que estuvo en completa calma. Despacito, los hombres regresaron a la orilla con lo que habían conseguido del Océano, que seguía manso, ante la mirada incrédula de la gente de la villa, pero de Mar ya nada se supo.
Dicen los viejos, que mucho de eso saben, que dormida en el fondo del Océano está Mar, que desde entonces son uno y lo mismo para recordárselo a cada momento. Y en su honor, los hombres llamaron al hijo predilecto del Océano marlin, empezando entonces la costumbre de nombrar las cosas que vienen del mar.
Dicen, nomás dicen, que el mar de vez en cuando manda a sus demás hijos, los marlines, a saltar por encima del agua para buscar a su hermano perdido. Y los hombres, que ya olvidaron sus promesas, los pescan sin saber que ellos sólo buscan a uno de su misma especie para regresarlo a donde pertenece.
Quizá cuando el marlin original regrese, también lo haga Mar, con su cabello negro como la noche y sus ojos de lirio fresco.
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Empezamos bien el año: tenía mucho (haciendo cuentas, como 4 años) que no escribía un cuento. Esto fue cocinado en Barra de Coyuca, cerca de Acapulco, donde el mar es de dos colores y a 50 metros hay una laguna. Ojalá les guste tanto como a mí y comenten algo.
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Oyendo: Enjambre - Suspira
Comentarios
Saludos
Pues yo no conocía estas gracias tuyas!
Me gustó mucho! Estuvo super lindo! Hasta pensé que sería una leyenda que te contaron en tus vacaciones.
Thanx 4 sharing!
Quisiera tomar fotos de un lugar asi.
Chouch.
Me gustan las historias que pretenden explicar hechos que parecen cotidianos (cómo en este caso, el mar que se refleja en dos colores diferentes), y creo que has hecho un excelente trabajo, un aplauso por la forma en la que has incluido a los marlines e incluso los has relacionado con la protagonista.
El océano que odia los nombres y evita que se lo pongan a lo que provee me pareció bastante original. Siempre me he preguntado de dónde y cómo surgió la necesidad del hombre de ponerle nombre a las cosas, y cómo es que influyó en su evolución social y cultural. ¿Sería posible un lenguaje sin nombres? Jor, que me estoy proyectando demasiado.
Muchas gracias por compartir esta historia con nosotros.
Aither
P.D. Tengo algunas críticas constructivas, pero sólo os las diré si vos quieres... hay escritores que se toman eso bastante a pecho... XP
Como buen fan de Mecano, he de reconocer que me acordé hasta cierto punto de la canción "Naturaleza muerta", no porque la historia fuera o no parecida, sino por el sentimiento que evoca el escuchar la canción.
Ya algo sabía de tu talento para escribir, pero me has dejado impresionado; muchas veces (y lo digo también por experiencia propia) las musas de inspiración tienden a tomar un periodo sabático pero ni avisan dónde andan ni cuándo o cómo regresan, pero solo tenemos la garantía de que cuando lo hagan, es cuando de verdad podremos ver cosas como la que nos compartes.
Repito, estoy encantado con tu escrito. No debemos perder la capacidad de sorprendernos con las pequeñas cosas de la vida que nos inspiran a grandes obras, pero, más que eso, a valorar la vida propia y los momentos que vivimos día a día.
Saludos.
Que bueno que empieces el año escribiendo algo tan padre, esperare mas de tu blog durante todo el año.