...que originalmente no se llamaba Toyota (豊田 - とよた), sino Koromo (挙母 - ころも) y que cambió su nombre debido a la muy famosa armadora automotriz, originalmente ¡fábrica textil!
Poes bien, ya estamos en Japón. ¿Qué queremos hacer? Ver un partido de fútbol soccer, obviamente.
Normalmente hubiera mandado a la chingada a quien hubiera sugerido la idea, pero eso implicaba dos cosas: la primera era conocer un estadio mundialista (además del Azteca, desde luego) y la segunda conocer otra ciudad que no fuera Nagoya, aunque están en la misma prefectura.
Pasó que había un partido cerca (no importaba mucho quién contra quién; no teníamos la menor idea al final), se compraron los boletos para entrar y el día del partido nos lanzamos a la aventura ya que, claro, nadie tenía la menor idea de cuanto tardaríamos en llegar o cómo se le hacía para aterrizar ahí.
Preguntamos en la estación de confianza y nos dieron santo y seña de la manera de llegar: dos trenes y una hora de camino. Aún así, íbamos con el tiempo justo y rezando a todo lo que nos sabíamos para llegar puntuales, pero al final disfrutando el precioso paisaje de las afueras de las ciudades japonesas cuando viajas en tren.
Nomás bajarnos preguntamos (¿por qué no?) cómo llegar al estadio. Teníamos dos opciones: camión o caminar; con el tiempo encima decidimos dejar el turisteantismo para cuando terminara el partido. Llegamos con unos cinco minutos de atraso que se hicieron como 15 al dejar caer la baba ante el estadio.
Desde la plaza que lo rodea, se respira el ambiente japonés: relajado, ordenado, armonioso y sin los desmadres que un partido de fútbol con el equipo local supondrían de este lado del planeta. La construcción en sí es impresionante: techo retráctil, letreros en perfecto estado, limpio, muchas escaleras para llegar a tus gradas, y un entorno no opresivo como muchos de los estadios a los que he ido. Fácilmente tomamos como 50 fotos cada quien del puro edificio.
Jugaban los Nagoya Grampus contra los Niigata Albirex (sí, así de raros son los nombres de los equipos en Japón, sospecho, solo en el fut: el béis tiene a los Yomiuri Giants, los Chunichi Dragons y los Hanshin Tigers) pero el partido parecía más de bajo perfil que, con la disculpa de los fans, uno del Zacatepec contra el Cobras: SÚPER tranquilo, las porras encontradas en los extremos de la cancha, nadie gritando y la mitad de las gradas vacías. A esto le faltaba acción y nadie más indicado para hacerlo que los ocho latinos gritones sentados en gayola. Se hicieron dos equipos (o montón: solo uno le iba a Niigata por que había estado en la ciudad) y al final Grampus ganó 2 a 0 y el estadio se caía de la emoción (#not).
Bueno, ni los equipos: nipones al fin, los perdedores fueron A PRESENTAR SUS DISCULPAS a su porra y los ganadores a AGRADECER a la suya, haciendo reverencia y saliendo en orden. Los fans hicieron lo propio y el recinto estaba vacío, sin mentirles, en menos de 40 minutos. Ya quiero ver eso en el Olímpico de C.U. o en el Omnilife.
Ahora si, con cámara en mano y tiempo de sobra, caminamos de regreso a la estación. Toyota (ex Koromo) es una ciudad muy chiquita pero increíblemente linda: calles derechitas y limpias que con cerezos en flor se ve impresionante, arroyitos de agua con calzadas especiales en las calles, gente amable y negocios de barrio donde la gente sí consume. Creo que lo más "de franquicia" que vi fue el Bar Mexigan que, como el nombre intenta decir, tiene concepto mexicano. Al menos le echan ganas. Nunca se imaginaron que llegarían mexicanos de verdad pidiendo alcohol como latinos de verdad y el pobre bartender/mesero estaba entre sorprendido y muy nervioso.
Nos dio el atardecer en la ciudad y dio también la hora de regresar. Medio ebrios (la verdad es que esas margaritas sí pegaban) emprendimos el regreso, con un conocimiento nuevo: el fútbol no es violento en todos los lugares de este planeta.
Cómo llegar desde Nagoya: de Nagoya eki (duh) tomar la línea Sakuradori hasta Gokiso y de ahí la línea Tsurumai hasta Toyotashi. No es más de una hora con quince minutos.
El Bar Mexigan es un bar muy chiquito pero con buena vibra del bartender y concepto mexicano kitsch cual taquería para extranjeros en la CDMX. Está básicamente pegadito de la estación Toyotashi, quizá a media cuadra. Hay un MacDonalds en la misma calle, lo que la hace una buena opción si no queremos darle nuestro dinero al payaso Ronald.
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Oyendo: Placebo - English summer rain
Poes bien, ya estamos en Japón. ¿Qué queremos hacer? Ver un partido de fútbol soccer, obviamente.
Normalmente hubiera mandado a la chingada a quien hubiera sugerido la idea, pero eso implicaba dos cosas: la primera era conocer un estadio mundialista (además del Azteca, desde luego) y la segunda conocer otra ciudad que no fuera Nagoya, aunque están en la misma prefectura.
Pasó que había un partido cerca (no importaba mucho quién contra quién; no teníamos la menor idea al final), se compraron los boletos para entrar y el día del partido nos lanzamos a la aventura ya que, claro, nadie tenía la menor idea de cuanto tardaríamos en llegar o cómo se le hacía para aterrizar ahí.
Preguntamos en la estación de confianza y nos dieron santo y seña de la manera de llegar: dos trenes y una hora de camino. Aún así, íbamos con el tiempo justo y rezando a todo lo que nos sabíamos para llegar puntuales, pero al final disfrutando el precioso paisaje de las afueras de las ciudades japonesas cuando viajas en tren.
Nomás bajarnos preguntamos (¿por qué no?) cómo llegar al estadio. Teníamos dos opciones: camión o caminar; con el tiempo encima decidimos dejar el turisteantismo para cuando terminara el partido. Llegamos con unos cinco minutos de atraso que se hicieron como 15 al dejar caer la baba ante el estadio.
Desde la plaza que lo rodea, se respira el ambiente japonés: relajado, ordenado, armonioso y sin los desmadres que un partido de fútbol con el equipo local supondrían de este lado del planeta. La construcción en sí es impresionante: techo retráctil, letreros en perfecto estado, limpio, muchas escaleras para llegar a tus gradas, y un entorno no opresivo como muchos de los estadios a los que he ido. Fácilmente tomamos como 50 fotos cada quien del puro edificio.
Jugaban los Nagoya Grampus contra los Niigata Albirex (sí, así de raros son los nombres de los equipos en Japón, sospecho, solo en el fut: el béis tiene a los Yomiuri Giants, los Chunichi Dragons y los Hanshin Tigers) pero el partido parecía más de bajo perfil que, con la disculpa de los fans, uno del Zacatepec contra el Cobras: SÚPER tranquilo, las porras encontradas en los extremos de la cancha, nadie gritando y la mitad de las gradas vacías. A esto le faltaba acción y nadie más indicado para hacerlo que los ocho latinos gritones sentados en gayola. Se hicieron dos equipos (o montón: solo uno le iba a Niigata por que había estado en la ciudad) y al final Grampus ganó 2 a 0 y el estadio se caía de la emoción (#not).
Bueno, ni los equipos: nipones al fin, los perdedores fueron A PRESENTAR SUS DISCULPAS a su porra y los ganadores a AGRADECER a la suya, haciendo reverencia y saliendo en orden. Los fans hicieron lo propio y el recinto estaba vacío, sin mentirles, en menos de 40 minutos. Ya quiero ver eso en el Olímpico de C.U. o en el Omnilife.
Ahora si, con cámara en mano y tiempo de sobra, caminamos de regreso a la estación. Toyota (ex Koromo) es una ciudad muy chiquita pero increíblemente linda: calles derechitas y limpias que con cerezos en flor se ve impresionante, arroyitos de agua con calzadas especiales en las calles, gente amable y negocios de barrio donde la gente sí consume. Creo que lo más "de franquicia" que vi fue el Bar Mexigan que, como el nombre intenta decir, tiene concepto mexicano. Al menos le echan ganas. Nunca se imaginaron que llegarían mexicanos de verdad pidiendo alcohol como latinos de verdad y el pobre bartender/mesero estaba entre sorprendido y muy nervioso.
Nos dio el atardecer en la ciudad y dio también la hora de regresar. Medio ebrios (la verdad es que esas margaritas sí pegaban) emprendimos el regreso, con un conocimiento nuevo: el fútbol no es violento en todos los lugares de este planeta.
Cómo llegar desde Nagoya: de Nagoya eki (duh) tomar la línea Sakuradori hasta Gokiso y de ahí la línea Tsurumai hasta Toyotashi. No es más de una hora con quince minutos.
El Bar Mexigan es un bar muy chiquito pero con buena vibra del bartender y concepto mexicano kitsch cual taquería para extranjeros en la CDMX. Está básicamente pegadito de la estación Toyotashi, quizá a media cuadra. Hay un MacDonalds en la misma calle, lo que la hace una buena opción si no queremos darle nuestro dinero al payaso Ronald.
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Oyendo: Placebo - English summer rain
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