Llevaba dos días planeándolo: Ya había sido demasiada testosterona para mí que en la semana tuviera que estar haciendo comentarios asertivos ante las muchachotas de piernas largas que se dejaban ver en Guadalajara. No es que no estuvieran bien formadas (de hecho, se caen de buenas), pero no podía voltear a discreción cuando un tapatío de ojos (y manos) grandotes caminaba en mi dirección. Uno de ellos incluso se me quedó viendo y yo no pude hacer más que devolverle una discreta –y seguramente lastimera- mirada mientras ellos seguían sabroseando muchachas.
Entonces, decidí que el jueves sería mi día de fuga. Como los gerentes se estuvieron dando vueltas para seguir con las entrevistas que quedaban y algunos se fueron a desayunar invitados por el mismo Jaime a un lugar de Birria llamado El Chololo, me dejaron solo por ratos, en los que aprovechaba para buscar opciones y buscar las direcciones. Mi primer instinto, viniendo del DF, me llevó a buscar alguna Zona Rosa, y según como vi en Gay Guadalajara, no tenía que buscar mucho: Estaba trabajando exactamente a la mitad de ella.
La comida, de nuevo en el Sanborns. Los habituales cabeceando y medio crudos todavía. Nada fuera de lo ordinario.
Acabó el día laboral (y acabé con la paciencia del encargado de Sistemas); casi todos acabamos a tiempo, los que no se fueron a sus cuartos para terminar. Yo también me fui a mi cuarto a adelantarle a las Crónicas y en realidad, a hacer tiempo pues eran las 7 de la noche y no pretendía salirme tan temprano a ver cómo era el ambiente gay de Guadalajara.
Acabé de escribir lo más que pude a las 9 y a esa hora me alisté, suspiré fuerte y me salí. Era mi primera salida solo a un bar, y lo estaba haciendo en una ciudad en donde nadie me conoce, lo que da al mismo tiempo, la ventaja de no encontrarse a nadie conocido pero la desventaja de que nadie te puede echar la mano si sucede algo.
De suéter, camisa y pantalón de vestir, me subo a un taxi:
- A la Zona Rosa, por favor.
- ¿Perdón?
- La Zona Rosa.
- ¿Zona Industrial?
- ...a Vallarta y Chapultepec, por favor.
Éste primer desaguisado era suficiente para que mi instinto me dijera que algo no iba a ir bien en la noche, pero decidido a conocer el ambiente seguí adelante a la esquina mencionada (cerca de donde estábamos trabajando y el hipotético centro de la hasta ahora inexistente Zona Rosa).
Pagué el taxi y me bajé. Caminé hacia donde estaba el bar que había decidido visitar (el Link Bar) , pero siendo lounge, estaba demasiado tranquilo (y fresón) para lo que quería. Mejor aplicaría el plan B, un barecillo que se llama Revolución que vi cuando iba al centro el martes, pero lo haría con estilo: Me iría caminando.
Y caminando me fui. No es un recorrido pequeño: Son como cuatro kilómetros entre donde estaba y el otro bar, pero me dejó ver la parte de Guadalajara que me faltaba por ver: Muy tranquila y muy amable, si, pero con sus problemas de limpiaparabrisas, indigentes que se duermen en la calle entre la exposición fotográfica de Av. Chapultepec, graffiti, gente que trabaja de noche, esa parte que al turismo no le interesa ver pero existe, y está más cerca de nosotros de lo que nos gusta admitir.
Llegué a la entrada del bar, y a juzgar por los tres chavitos guapetones que salieron, debía ser un buen lugar. Nunca me había metido a un bar solo, pero no quería dejar pasar la oportunidad: tomé aire… y me metí.
Oh decepción. Vacío.
VACÍO.
¡Las diez de la noche de jueves y un bar cerca del centro vacío! Increíble, pero cierto.
La segunda decepción de la noche, pero tozudo como soy me negué a regresar al hotel y apliqué el plan C (¡Si! ¡Había un plan C!), para lo que me fui caminando al centro (ya no estaba a más de 20 minutos) y tomé un taxi que me llevara a otro bar, cerca del Link…
…pero el taxista tenía la tiernísima cantidad de veintidós días de ser taxista y no conocía la esquina donde le dije que me quería bajar. Tuve yo que decirle cómo nos irnos, YO, mientras me contaba que unos señores en la tarde le habían pedido ir a otra esquina, pero sobre la misma calle, y cómo mejor paró otro taxi y SIN COBRARLES LA MEDIA HORA que llevaban dando vueltas se los encargó al otro señor para que los llevara.
Sólo en provincia.
Llegamos. ¿Y qué creen?
Cerrado.
Así, cerrado. Éstos tapatíos no quieren que conozca su ambiente.
Triste por mi derrota, de todas maneras no me quería ir al hotel. Acabé en un cibercafé de 24 horas chateando con mi hermano, un amigo y otra amiga. David me contó una anécdota parecida que le sucedió en Monterrey: quiso entrar con su novia a la 1 am a un antro, y ya casi todos se estaban yendo pues cerraban a las 2. Supongo que acá el horario sería mas o menos parecido, ¡y yo haciendo tiempo para no llegar temprano!
Ya con ellos se me hizo más llevadero el trago amargo (aunque se rieron de mi desgracia) y hasta me entró un poquito de sueño. A las 12:20 tomé mi taxi de regreso al hotel, con la cola entre las patas y una noche de aventuras lésbicogays frustrada.
Entonces, decidí que el jueves sería mi día de fuga. Como los gerentes se estuvieron dando vueltas para seguir con las entrevistas que quedaban y algunos se fueron a desayunar invitados por el mismo Jaime a un lugar de Birria llamado El Chololo, me dejaron solo por ratos, en los que aprovechaba para buscar opciones y buscar las direcciones. Mi primer instinto, viniendo del DF, me llevó a buscar alguna Zona Rosa, y según como vi en Gay Guadalajara, no tenía que buscar mucho: Estaba trabajando exactamente a la mitad de ella.
La comida, de nuevo en el Sanborns. Los habituales cabeceando y medio crudos todavía. Nada fuera de lo ordinario.
Acabó el día laboral (y acabé con la paciencia del encargado de Sistemas); casi todos acabamos a tiempo, los que no se fueron a sus cuartos para terminar. Yo también me fui a mi cuarto a adelantarle a las Crónicas y en realidad, a hacer tiempo pues eran las 7 de la noche y no pretendía salirme tan temprano a ver cómo era el ambiente gay de Guadalajara.
Acabé de escribir lo más que pude a las 9 y a esa hora me alisté, suspiré fuerte y me salí. Era mi primera salida solo a un bar, y lo estaba haciendo en una ciudad en donde nadie me conoce, lo que da al mismo tiempo, la ventaja de no encontrarse a nadie conocido pero la desventaja de que nadie te puede echar la mano si sucede algo.
De suéter, camisa y pantalón de vestir, me subo a un taxi:
- A la Zona Rosa, por favor.
- ¿Perdón?
- La Zona Rosa.
- ¿Zona Industrial?
- ...a Vallarta y Chapultepec, por favor.
Éste primer desaguisado era suficiente para que mi instinto me dijera que algo no iba a ir bien en la noche, pero decidido a conocer el ambiente seguí adelante a la esquina mencionada (cerca de donde estábamos trabajando y el hipotético centro de la hasta ahora inexistente Zona Rosa).
Pagué el taxi y me bajé. Caminé hacia donde estaba el bar que había decidido visitar (el Link Bar) , pero siendo lounge, estaba demasiado tranquilo (y fresón) para lo que quería. Mejor aplicaría el plan B, un barecillo que se llama Revolución que vi cuando iba al centro el martes, pero lo haría con estilo: Me iría caminando.
Y caminando me fui. No es un recorrido pequeño: Son como cuatro kilómetros entre donde estaba y el otro bar, pero me dejó ver la parte de Guadalajara que me faltaba por ver: Muy tranquila y muy amable, si, pero con sus problemas de limpiaparabrisas, indigentes que se duermen en la calle entre la exposición fotográfica de Av. Chapultepec, graffiti, gente que trabaja de noche, esa parte que al turismo no le interesa ver pero existe, y está más cerca de nosotros de lo que nos gusta admitir.
Llegué a la entrada del bar, y a juzgar por los tres chavitos guapetones que salieron, debía ser un buen lugar. Nunca me había metido a un bar solo, pero no quería dejar pasar la oportunidad: tomé aire… y me metí.
Oh decepción. Vacío.
VACÍO.
¡Las diez de la noche de jueves y un bar cerca del centro vacío! Increíble, pero cierto.
La segunda decepción de la noche, pero tozudo como soy me negué a regresar al hotel y apliqué el plan C (¡Si! ¡Había un plan C!), para lo que me fui caminando al centro (ya no estaba a más de 20 minutos) y tomé un taxi que me llevara a otro bar, cerca del Link…
…pero el taxista tenía la tiernísima cantidad de veintidós días de ser taxista y no conocía la esquina donde le dije que me quería bajar. Tuve yo que decirle cómo nos irnos, YO, mientras me contaba que unos señores en la tarde le habían pedido ir a otra esquina, pero sobre la misma calle, y cómo mejor paró otro taxi y SIN COBRARLES LA MEDIA HORA que llevaban dando vueltas se los encargó al otro señor para que los llevara.
Sólo en provincia.
Llegamos. ¿Y qué creen?
Cerrado.
Así, cerrado. Éstos tapatíos no quieren que conozca su ambiente.
Triste por mi derrota, de todas maneras no me quería ir al hotel. Acabé en un cibercafé de 24 horas chateando con mi hermano, un amigo y otra amiga. David me contó una anécdota parecida que le sucedió en Monterrey: quiso entrar con su novia a la 1 am a un antro, y ya casi todos se estaban yendo pues cerraban a las 2. Supongo que acá el horario sería mas o menos parecido, ¡y yo haciendo tiempo para no llegar temprano!
Ya con ellos se me hizo más llevadero el trago amargo (aunque se rieron de mi desgracia) y hasta me entró un poquito de sueño. A las 12:20 tomé mi taxi de regreso al hotel, con la cola entre las patas y una noche de aventuras lésbicogays frustrada.
Comentarios
Por cierto que qué onda con que estaba muy tranquilo para lo que querias, eh??? Eso no nos lo contaste!!