Todo empezó cuando iba caminando por la sección de electrónicos de un Palacio de Hierro, entre las pantallas y los reproductores, con el Nokia gris plateando que me acababa de comprar hacía minutos. Iba yo muy contento cuando vi venir en mi dirección a un chico con gorra y chamarra verde militar, con una pistola en la mano, y un fajo importante de billetes en la otra: supe de alguna manera que acababa de robar un banco . En un acto rápido del pensamiento, aventé mi nuevo celular a la base de una de las pantallas que estaban exhibidas y saqué la cartera para que el chico no fuera a desviar la atención. Tan pronto como me lo topé, efectivamente me amenazó con el arma para quitarme la cartera, y mientras me hablaba vi como detrás de el venían sigilosamente tres policías también desenfundando y uno de ellos me hizo la seña de guardar silencio. Yo estaba muy tenso ( vaya, me estaban asaltando ) pero decidí jugármela: empecé a llorarle (sí, llorarle ) al chico que no me asaltara, que me de...
Vida, obra y milagros del hijo pródigo de Coapa.