Ayer me salí a caminar por mi nueva oficina, a estirar las piernas y reconocer el lugar.
Vaya, no es una zona que no conozca (¿Quién en el D.F. no conoce Coyoacán?) pero siempre habrá un rinconcito nuevo por ver, algo que pasa desapercibido y merece ser conocido.
La verdad es que la misión de scouting tenía además otra intención. Cuando trabajaba allá en el centro tenía un lugar donde poder dejar el coche las pocas veces que me lo llevaba, pero ahora que trabajo aquí está muy complicado estacionarse como no sea en el estacionamiento de la plaza comercial que tengo en contraesquina, así que ahora que no lo necesito prevení para cuando de verdad tenga que hacerlo.
Vi en una revista México Desconocido de un lugar llamado Axotla atrás de mi edificio, y como no me queda lejos me fui a investigar si tenía una banquetita disponible para un Chevy extra.
Dicen los señalamientos que Axotla es una colonia, pero en realidad es uno de los tantos y tantos pueblos que La Ciudad Capital se fue comiendo en su crecimiento desaforado. Pero sigue siendo un pueblito en su estructura: Calles no planeadas, chiquitas, para que las personas que viven ahí estén siempre en contacto. Gente mayor sentada en el portal tomando el fresco, las tiendas improvisadas en accesorias en su casa donde el tendero te saluda por tu nombre, casas grandes con jardines que han visto macetas ir y venir y, como todo buen pueblo de México, su propia iglesia; chiquita, pero en el centro del pueblo con un gran atrio y ese ambiente de paz que solo se encuentra cuando la vida no corre, si no que se detiene a dar los buenos días al ir paseando.
Apreciablemente poco conocido, es una sensación muy extraña como a dos calles de Avenida Universidad existe un lugar donde puedes escapar de los claxonazos y el estrés para caminar sin sentirse presionado, bajo el sol de las tres de la tarde viendo cómo los papás llevan a sus niños de la mano a la casa al salir de la escuela.
Se me fue el tiempo explorando el lugar y cuando me di cuenta ya tenía que regresar a trabajar, aún cuando de buena gana me hubiera podido quedar ahí sentado en el atrio oyendo a los pajaritos y sientiendo el aire que soplaba calmado. Quizá haga eso cuando en la oficina el teléfono no deje de sonar y los jefes estén más estresados que de costumbre.
Lo que si no haré es dejar el coche ahí: Siento que es tan frágil la barrera que separa a Axotla del resto de esta acelerada ciudad que sería como darle entrada al desorden y el caos que ya ni nos damos cuenta que cargamos.







Hay cosas que son mejores cuando no sienten el paso del tiempo.
¿Ustedes conocen lugares así?
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Oyendo: La tele
Vaya, no es una zona que no conozca (¿Quién en el D.F. no conoce Coyoacán?) pero siempre habrá un rinconcito nuevo por ver, algo que pasa desapercibido y merece ser conocido.
La verdad es que la misión de scouting tenía además otra intención. Cuando trabajaba allá en el centro tenía un lugar donde poder dejar el coche las pocas veces que me lo llevaba, pero ahora que trabajo aquí está muy complicado estacionarse como no sea en el estacionamiento de la plaza comercial que tengo en contraesquina, así que ahora que no lo necesito prevení para cuando de verdad tenga que hacerlo.
Vi en una revista México Desconocido de un lugar llamado Axotla atrás de mi edificio, y como no me queda lejos me fui a investigar si tenía una banquetita disponible para un Chevy extra.
Dicen los señalamientos que Axotla es una colonia, pero en realidad es uno de los tantos y tantos pueblos que La Ciudad Capital se fue comiendo en su crecimiento desaforado. Pero sigue siendo un pueblito en su estructura: Calles no planeadas, chiquitas, para que las personas que viven ahí estén siempre en contacto. Gente mayor sentada en el portal tomando el fresco, las tiendas improvisadas en accesorias en su casa donde el tendero te saluda por tu nombre, casas grandes con jardines que han visto macetas ir y venir y, como todo buen pueblo de México, su propia iglesia; chiquita, pero en el centro del pueblo con un gran atrio y ese ambiente de paz que solo se encuentra cuando la vida no corre, si no que se detiene a dar los buenos días al ir paseando.
Apreciablemente poco conocido, es una sensación muy extraña como a dos calles de Avenida Universidad existe un lugar donde puedes escapar de los claxonazos y el estrés para caminar sin sentirse presionado, bajo el sol de las tres de la tarde viendo cómo los papás llevan a sus niños de la mano a la casa al salir de la escuela.
Se me fue el tiempo explorando el lugar y cuando me di cuenta ya tenía que regresar a trabajar, aún cuando de buena gana me hubiera podido quedar ahí sentado en el atrio oyendo a los pajaritos y sientiendo el aire que soplaba calmado. Quizá haga eso cuando en la oficina el teléfono no deje de sonar y los jefes estén más estresados que de costumbre.
Lo que si no haré es dejar el coche ahí: Siento que es tan frágil la barrera que separa a Axotla del resto de esta acelerada ciudad que sería como darle entrada al desorden y el caos que ya ni nos damos cuenta que cargamos.
Hay cosas que son mejores cuando no sienten el paso del tiempo.
¿Ustedes conocen lugares así?
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Oyendo: La tele
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