Les mentí ligeramente. Hasta principios de diciembre estuve como ropa interior de vendedora de caricias, pero en todo caso el año nuevo pegó con tubo y hasta ahora tengo chance de escribir. Sus Mercedes disimulen.
Hablemos de los siguientes dos días de este viaje a Tokio un poco más rápido o se nos va la vida aquí. Trataré de ser conciso pero lo más explicativo posible.
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El día dos lo empezamos muy muy temprano. Como a las 5:30 de la mañana. La razón es que la organizadora del viaje quería conocer el mercado de Tsukiji (築地), que es el mercado de comida del mar más grande de Japón.
Nos "metimos a bañar" en un ofuro (お風呂) público. Es decir, un baño público sin divisiones, lo que permite hacer una comparación bastante decente entre Japón y Latinoamérica, if you catch my drift. Aquí una parte del grupo nos falló: el gordito no quería que viéramos toda su exuberancia en el ofuro, otro chico traía su propia agenda, y una chica simplemente dijo que no; de modo que seis de la mañana salimos cuatro con rumbo a Tsukiji.
A decir verdad estábamos bastante lejos, y llegamos cerca de las 7 solo para darnos cuenta de que ese día estaba cerrado (no abren todos los días, como vemos acá en japonés, es una subasta de pescados). NO es una atracción más turística que visitar la CDMX e ir a La Viga (y de todos modos te advierten bastantito que dejes trabajar a los locatarios) pero la pobre amiga casi llora del coraje; sin embargo, como traíamos más cosas en la visita nos movimos rápidamente al punto número 1 de visita turista en Tokio: el cruce de Shibuya (渋谷).
Dios bendiga las lentes profesionales de cámara (y el imaginario colectivo) que lo hacen ver más grande de lo que verdaderamente es: haciendo cálculos, es ligeramente más grande que el cruce de Juárez y Eje central en la Ciudad de México, pero nosotros tenemos mucha más gente cruzando para ver Bellas Artes. Punto para México. La amiga organizadora casi se infarta de no ver hectáreas de cruce peatonal. Penal en contra de Japón. No deja de ser una gran atracción por los edificios y la cantidad de gente que atraviesa de forma organizada por esos pasos de cebra que van de todos lados a todos lados, pero una quisiera que fuera más grande.
En una de esas esquinas está el perro más famoso del mundo. Hasta película tuvo (y la gente lloró como si no hubiera un mañana). Hachiko (Hachikou - ハチ公) fue el perro de un profesor que todos los días tomaba el tren aquí, y un día no regresó, pero el perrito lo esperó afuera de los torniquetes hasta morir. Tuvo funeral y todo. La estatua es -adivinen- muy chiquita pero la expresión que le dieron es bastante linda, como de añoranza. Lo malo es que como estación vital para el tráfico subterráneo de una de las ciudades más grandes del mundo la gente la toma como un punto de reunión A. TODAS. HORAS. Esto hace que encontrar la estatua sea un poco difícil si no tienes más indicación que "está en una de las salidas de la estación" (pista: la sureste).
(No tan) cerca de ahí está Harajuku (原宿). ¿Ubican, las Harajuku girls? Pues sí, acá compran la ropa, en una calle llamada Takeshita (竹下). Estratégicamente colocada a un lado de la estación Harajuku del metro, y un poco más alejada del Gimnasio Nacional Yoyogi (国立代々木競技場) -usado en las Olimpiadas del 64 y que se usará en las de 2020-, es un sitio para tener una tarde divertida... pero fue más que eso. Por purititita casualidad, ese día se organizaría la marcha gay de Tokio y por alguna razón que todavía no comprendo nos invitaron a formar parte.
Viniendo de la Ciudad de México, "marcha gay" suena a MUCHA gente. En Tokio no. Entre sus muchos problemas está un machismo brutal (que obliga a la jotería a vivir una doble vida, casándose para guardar las apariencias) y una obsesión por no sobresalir del grupo por ningún motivo. Junte usted esas dos, e imagínese que la marcha gay, que en cualquier lugar de Occidente cierra avenidas por horas, aquí se compuso de UN CARRIL CERRADO y no más de 2000 personas. Eso sí, todo en orden, a pesar de haber pasado por la puerta principal de una de las compañías de medios más grandes de Niponia. Imagine usted el escándalo y glitter que se desprendería del contingente machomenos pasando enfrente de Televisa, o de la NBC. Pero en Japón, aunque cerca del 80% de la gente reunida NO era japonesa, no hubo disturbios.
Espantados, el resto de la muchachada azteca decidió que era un buen momento para continuar el viaje. El viaje siguió por debajo de la tierra, que nos escupió en Ueno (上野).
La estación Ueno es brutal. Es un CETRAM como Kamisama manda: tren local, tren express, shinkansen, camiones y taxis. Ah, y un mall dentro de la estación, casual. Acá la organizadora se nos separó por unas dos horas (en la que fue a comprar implementos de cocina) mientras nosotros gastamos la beca en un neko café, el Nekomaru. Sí, un café con gatos.
Gatos que, para la hora a la que llegamos, ya estaban hartos de ser el juguetito de la gente, entonces estaban muy encaramados en sus postes. Alguno se dejó acariciar, pero no fueron exaaactamente amistosos; eso o nos vieron con los ojos más grandes de lo habitual.
Nos reunimos de nuevo y pasamos a proceder a la última parada del día (¡por favor!): Odaiba.
Para llegar a Odaiba (お台場) tomamos una línea de metro (Yurikamome - ゆりかもめ) que aunque es espectacular -no está pilotada por humanos-, es bastante carita con respecto de las demás, sin mencionar que no entra en la promoción de la tarjeta donichi (una tarjeta exclusiva de los fines de semana para andar en metro las veces que quieras). En cualquier caso, pasar por debajo del Rainbow Bridge para cruzar la bahía al atardecer es un verdadero lujo. Más lujo sería, en realidad, ver el resto del atardecer desde el mirador del lugar, enfrente de Fuji TV y con vista al puente que cambia de iluminación cada cierto tiempo.
Atrás del edificio de Fuji TV está un centro comercial llamado DiverCity Tokyo que hasta este año alberga una estatua movible de un Gundam, la cual, por cierto, tiene (o tenía) horarios donde se proyecta una película del anime, aderezada con el movimiento del robot. Para acabar bien el día, pudimos cachar esta presentación, que no se presenta si no dos veces a la semana. Si ven esto antes del 5 de marzo, CORRAN. Valdrá mucho la pena la inversión en el viaje (o si estamos cortos de dinero, la estación Aomi - 青海 los lleva igual, sin pasar por debajo del puente).
Cerca de las 9 de la noche, cansados y desvelados pero contentos, emprendimos el regreso al hotel. Todavía nos faltaba un día más y lo que todo friki quiere conocer.
Ubicaciones de los lugares:
Mercado de Tsukiji (la estación se llama, eh, Tsukiji)
Shibuya (seh, estación Shibuya)
Harajuku/Takeshita/Yoyogi (ditto)
Ueno (ya se la sábanas)
Odaiba/Gundam gigante (¡Corran les digo!). Extrañamente, la estación se llama solo "Daiba". Para llegar por Aomi, vaya acá.
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¿Ven? Me fui como hilo de media. El tercer día estuvo bastante más relajado, así que lo intentaremos hacer más corto.
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Oyendo: E.S. Posthumus - Nara
Hablemos de los siguientes dos días de este viaje a Tokio un poco más rápido o se nos va la vida aquí. Trataré de ser conciso pero lo más explicativo posible.
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El día dos lo empezamos muy muy temprano. Como a las 5:30 de la mañana. La razón es que la organizadora del viaje quería conocer el mercado de Tsukiji (築地), que es el mercado de comida del mar más grande de Japón.
Nos "metimos a bañar" en un ofuro (お風呂) público. Es decir, un baño público sin divisiones, lo que permite hacer una comparación bastante decente entre Japón y Latinoamérica, if you catch my drift. Aquí una parte del grupo nos falló: el gordito no quería que viéramos toda su exuberancia en el ofuro, otro chico traía su propia agenda, y una chica simplemente dijo que no; de modo que seis de la mañana salimos cuatro con rumbo a Tsukiji.
A decir verdad estábamos bastante lejos, y llegamos cerca de las 7 solo para darnos cuenta de que ese día estaba cerrado (no abren todos los días, como vemos acá en japonés, es una subasta de pescados). NO es una atracción más turística que visitar la CDMX e ir a La Viga (y de todos modos te advierten bastantito que dejes trabajar a los locatarios) pero la pobre amiga casi llora del coraje; sin embargo, como traíamos más cosas en la visita nos movimos rápidamente al punto número 1 de visita turista en Tokio: el cruce de Shibuya (渋谷).
Dios bendiga las lentes profesionales de cámara (y el imaginario colectivo) que lo hacen ver más grande de lo que verdaderamente es: haciendo cálculos, es ligeramente más grande que el cruce de Juárez y Eje central en la Ciudad de México, pero nosotros tenemos mucha más gente cruzando para ver Bellas Artes. Punto para México. La amiga organizadora casi se infarta de no ver hectáreas de cruce peatonal. Penal en contra de Japón. No deja de ser una gran atracción por los edificios y la cantidad de gente que atraviesa de forma organizada por esos pasos de cebra que van de todos lados a todos lados, pero una quisiera que fuera más grande.
En una de esas esquinas está el perro más famoso del mundo. Hasta película tuvo (y la gente lloró como si no hubiera un mañana). Hachiko (Hachikou - ハチ公) fue el perro de un profesor que todos los días tomaba el tren aquí, y un día no regresó, pero el perrito lo esperó afuera de los torniquetes hasta morir. Tuvo funeral y todo. La estatua es -adivinen- muy chiquita pero la expresión que le dieron es bastante linda, como de añoranza. Lo malo es que como estación vital para el tráfico subterráneo de una de las ciudades más grandes del mundo la gente la toma como un punto de reunión A. TODAS. HORAS. Esto hace que encontrar la estatua sea un poco difícil si no tienes más indicación que "está en una de las salidas de la estación" (pista: la sureste).
(No tan) cerca de ahí está Harajuku (原宿). ¿Ubican, las Harajuku girls? Pues sí, acá compran la ropa, en una calle llamada Takeshita (竹下). Estratégicamente colocada a un lado de la estación Harajuku del metro, y un poco más alejada del Gimnasio Nacional Yoyogi (国立代々木競技場) -usado en las Olimpiadas del 64 y que se usará en las de 2020-, es un sitio para tener una tarde divertida... pero fue más que eso. Por purititita casualidad, ese día se organizaría la marcha gay de Tokio y por alguna razón que todavía no comprendo nos invitaron a formar parte.
Viniendo de la Ciudad de México, "marcha gay" suena a MUCHA gente. En Tokio no. Entre sus muchos problemas está un machismo brutal (que obliga a la jotería a vivir una doble vida, casándose para guardar las apariencias) y una obsesión por no sobresalir del grupo por ningún motivo. Junte usted esas dos, e imagínese que la marcha gay, que en cualquier lugar de Occidente cierra avenidas por horas, aquí se compuso de UN CARRIL CERRADO y no más de 2000 personas. Eso sí, todo en orden, a pesar de haber pasado por la puerta principal de una de las compañías de medios más grandes de Niponia. Imagine usted el escándalo y glitter que se desprendería del contingente machomenos pasando enfrente de Televisa, o de la NBC. Pero en Japón, aunque cerca del 80% de la gente reunida NO era japonesa, no hubo disturbios.
Espantados, el resto de la muchachada azteca decidió que era un buen momento para continuar el viaje. El viaje siguió por debajo de la tierra, que nos escupió en Ueno (上野).
La estación Ueno es brutal. Es un CETRAM como Kamisama manda: tren local, tren express, shinkansen, camiones y taxis. Ah, y un mall dentro de la estación, casual. Acá la organizadora se nos separó por unas dos horas (en la que fue a comprar implementos de cocina) mientras nosotros gastamos la beca en un neko café, el Nekomaru. Sí, un café con gatos.
Gatos que, para la hora a la que llegamos, ya estaban hartos de ser el juguetito de la gente, entonces estaban muy encaramados en sus postes. Alguno se dejó acariciar, pero no fueron exaaactamente amistosos; eso o nos vieron con los ojos más grandes de lo habitual.
Nos reunimos de nuevo y pasamos a proceder a la última parada del día (¡por favor!): Odaiba.
Para llegar a Odaiba (お台場) tomamos una línea de metro (Yurikamome - ゆりかもめ) que aunque es espectacular -no está pilotada por humanos-, es bastante carita con respecto de las demás, sin mencionar que no entra en la promoción de la tarjeta donichi (una tarjeta exclusiva de los fines de semana para andar en metro las veces que quieras). En cualquier caso, pasar por debajo del Rainbow Bridge para cruzar la bahía al atardecer es un verdadero lujo. Más lujo sería, en realidad, ver el resto del atardecer desde el mirador del lugar, enfrente de Fuji TV y con vista al puente que cambia de iluminación cada cierto tiempo.
Atrás del edificio de Fuji TV está un centro comercial llamado DiverCity Tokyo que hasta este año alberga una estatua movible de un Gundam, la cual, por cierto, tiene (o tenía) horarios donde se proyecta una película del anime, aderezada con el movimiento del robot. Para acabar bien el día, pudimos cachar esta presentación, que no se presenta si no dos veces a la semana. Si ven esto antes del 5 de marzo, CORRAN. Valdrá mucho la pena la inversión en el viaje (o si estamos cortos de dinero, la estación Aomi - 青海 los lleva igual, sin pasar por debajo del puente).
Cerca de las 9 de la noche, cansados y desvelados pero contentos, emprendimos el regreso al hotel. Todavía nos faltaba un día más y lo que todo friki quiere conocer.
Ubicaciones de los lugares:
Mercado de Tsukiji (la estación se llama, eh, Tsukiji)
Shibuya (seh, estación Shibuya)
Harajuku/Takeshita/Yoyogi (ditto)
Ueno (ya se la sábanas)
Odaiba/Gundam gigante (¡Corran les digo!). Extrañamente, la estación se llama solo "Daiba". Para llegar por Aomi, vaya acá.
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¿Ven? Me fui como hilo de media. El tercer día estuvo bastante más relajado, así que lo intentaremos hacer más corto.
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Oyendo: E.S. Posthumus - Nara
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