Ah jijo, estaba sucio por aquí. Consecuencias de tener
casi un año (¡UN AÑO!) de no aparecerse por Blogger a soltar la bonita diarrea
de ideas, que le dicen.
Para el caso. En este año pasaron muchas cosas (la más
relevante es que estoy estudiando en Japón desde marzo y hasta octubre) y es
una bonita ocasión la que nos trae aquí con el trapeador y la escoba: Como el
año pasado, José Saucedo convoca a una nueva edición de “30 días, 30 juegos”
con categorías nunca antes vistas (es decir, la vez pasada) y algunas que
repiten. Yo feliz de poder matar dos pájaros de un tiro y al mismo tiempo
escribirles mis intimidades y fortalecer el músculo de la escritura, que de tan
guango ya parece… bueno, esa es otra historia.
De lleno al mundo gamer.
Haciendo un bonito (y grande) ejercicio de imaginación,
digamos que lo sigo jugando. Es decir, me traje la consola, pero no la he
tocado para nada. Mejor se la presté a una amiga (que vive a dos horas de donde
estoy) y espero que ella lo esté disfrutando más que yo.
Pero es que el juego sí está bonito: Tanto así, que
básicamente compré la consola para poder jugarlo el día que pudiera comprarlo
(que sucedió un mes natural y seis sin intereses después). Ya me había yo
entrenado bien en sus ancestros espirituales, Elite Beat Agents y Osu! Tatakae!
Ouendan!, pero seguir el ritmo de las canciones de mi saga favorita de juegos y,
como en los tiempos de nuestros abuelos, desbloquear tracks de acuerdo a tu
avance, es algo que me tuvo ahí como menso horas en mi casa y algunas veces en
el transporte de ida a mi trabajo.
Theatrhythm Final Fantasy, para N3DS, es una rara joya en
este mundo de los juegos. No solo por su mecánica basada en ritmo (conozco a lo
sumo cinco sagas de juegos que lo hacen), sino porque el juego es más bien escasito.
Y no debería, es muy adictivo.
Pero bueno, ¿quién es uno para contradecir las leyes de
la Oferta y la Demanda?
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