Cierto sábado se me hizo tarde para el ensayo. Muy tarde. Tan tarde, que tomé el coche que no circulaba ese sábado en especial y ni me acordé... hasta que me paró un oficial, DOS semáforos antes de llegar.
El poli, que ahora por disposición oficial (y por miedo, según yo) tiene que ser muy correcto, sólo me dijo que ese día el coche no circulaba y me dijo que me diera la vuelta en U para la infracción, pero antes me pidió la tarjeta de circulación, para evitar que me le fuera a pelar.
Se la di, me di la vuelta en U y me orillé (a mi orilla y frente a un coche verde que, supongo, tampoco debía circular) para esperar las disposiciones del poli.
Lo de costumbre: Enséñeme su licencia, le muestro el reglamento, ¿Está usted de acuerdo? Bien, ahora esperamos a la grúa para que se lo lleve al corralón y usted tenga que ir el lunes a pagar la infracción, el derecho de arrastre y el derecho de piso del corralón.
"Ya qué", pensé. No soy del tipo que dé mordidas (bueno... si, pero no a los policías) y mejor le marqué a mi papá para decir que me habían detenido y que el chiste nos saldría como en cuatro mil pesos. No estaba contento, desde luego, pero tampoco me iba a arreglar con ellos.
El chico del coche verde pasó de noche las clases de Civismo en la primaria y tal parece que si se arregló con los policías (ya había llegado un refuerzo), que le regresaron su tarjetón y se piró. Después, me fueron a visitar a mí para ver "cómo le hacemos" pero como vieron que yo no daba mi bracito a torcer y además, hacía mucho mucho calor y no querían ir a acompañarme al corralón, me dejaron ir en un acto de flojera disfrazada de benevolencia que sólo los policías pueden ofrecer.
Pero acá viene lo bueno: Uno de los policías, el de mayor rango, me regresa el tarjetón y me dice "Revíselo". No lo iba a hacer, en realidad, pero por quedar bien lo chequé... y no era el mío.
"Pero este no es el mío", le increpé al anonadado guardián del orden público mientras descendía de mi vehículo automotor para exigir que me fuera devuelta la documentación correcta, mientras dábale yo la que él me había proporcionado. El poli desde luego, también estaba de a seis, pero estaba seguro que era la única tarjeta de circulación que tenía y me lo demostró sacudiendo su periódico (ese que traía bajo el brazo desde que me detuvo) y el reglamento.
Mientras la discusión del "dónde quedó la bolita" avanzaba, yo me les adelanté a pensar lo que pudiera pasar (como que me la estuvieran escondiendo para una lana extra) y apliqué la más básica de las reglas de la psicología: Para dominar mentalmente al de enfrente, hay que dominarlo físicamente. ¿Qué hice? Me bajé del coche y me senté en la cajuela, para verlos desde arriba y directo a los ojos.
El golpe de gracia se lo ganó el segundo poli a pulso:
-¿No lo tendrá usted en el coche, joven? Revise bien, a lo mejor ya lo tiene y no se acuerda.
-No poli, ya revisé bien; creo que me acordaría de haber recibido mi tarjeta de circulación. A lo mejor se la dieron al del otro coche.
-Eh... ¿Cuál coche?
-El coche verde que estaba atrás de mí hace ratito, antes de que usted le diera algo y se arrancara.
Los dos se quedaron helados. Fríos en serio. El de más rango hasta tartamudeó y el otro mejor se fue a seguir checando coches a la esquina, dejándome al que bien podría haber sido su jefe solito y a mi merced.
El oficial no podía quedar como un idiota, de modo que seguía negando los hechos pero ya bajando la mirada. Y como se hacía tarde y ni él ni yo cedíamos, el poli me acabó por dar la razón parcialmente:
-Híjole joven, pues esto sí está complicado, no puede circular sin tarjetón...
-...ni me pueden llevar sin él al corralón, si no, ¿cómo lo recupero?
-Pues sí joven, tiene razón. Bueno bueno bueno, supongamos que fue mi error, la verdad es que si siento que es mi responsabilidad darle al menos una contraseña para que de camino a su destino ya no lo paren otros policías.
-No se me apure poli, de todos modos ya no llego [Y era real, llevábamos una hora de discusión]. Ahorita lo dejo aquí a la vuelta de la esquina estacionado y vengo mañana por él.
-¿De verdad? Es que mire, sí siento pena por lo que pasó aunque pues los dos cometimos un error, ¿verdad?
-[¿Los dos?] No poli, para nada, de verdad no se preocupe.
-Bueno, al menos déjeme decirle cómo es el trámite para sacar de nuevo su tarjetón: tiene que ir con el juez cívico y [...]. Para agilizar un poco el trámite, pues tiene que darle unos cien pesitos al juez, ¿no?
-Aaaah, bueno, está bien, gracias por el dato.
-Mire joven, como no supimos si usted o yo perdimos la tarjeta, le coopero con $50 para lo que le de al juez, tome.
-[¿¿ô.ó??] ¿Perdón?
-Sí joven, mire, ya que no puedo hacer nada por la tarjeta, al menos sí para la nueva.
-No poli, ¿cómo cree? ¿Cómo me va a estar dando dinero usted? En serio, déjelo, ya me voy [Me bajo de la cajuela].
-Mmm... bueno, joven... [ve mi licencia] Pérez. Antonio, perdón. Que tenga una buena tarde. Váyase con cuidado.
-Gracias mi poli. Con permiso.
Al final, hasta de apretón de manos nos despedimos.
Y ya que andaba yo de suerte, en lugar de dejar el coche en la siguiente cuadra, me aventé a llevármelo hasta mi casa sin poder circular y sin tarjetón, con tanta fortuna que no me tocó ninguna otra patrulla.
Claro, ya estacionando el coche en mi casa me temblaban las patitas.
---
Oyendo: Miranda! - Yo te diré
El poli, que ahora por disposición oficial (y por miedo, según yo) tiene que ser muy correcto, sólo me dijo que ese día el coche no circulaba y me dijo que me diera la vuelta en U para la infracción, pero antes me pidió la tarjeta de circulación, para evitar que me le fuera a pelar.
Se la di, me di la vuelta en U y me orillé (a mi orilla y frente a un coche verde que, supongo, tampoco debía circular) para esperar las disposiciones del poli.
Lo de costumbre: Enséñeme su licencia, le muestro el reglamento, ¿Está usted de acuerdo? Bien, ahora esperamos a la grúa para que se lo lleve al corralón y usted tenga que ir el lunes a pagar la infracción, el derecho de arrastre y el derecho de piso del corralón.
"Ya qué", pensé. No soy del tipo que dé mordidas (bueno... si, pero no a los policías) y mejor le marqué a mi papá para decir que me habían detenido y que el chiste nos saldría como en cuatro mil pesos. No estaba contento, desde luego, pero tampoco me iba a arreglar con ellos.
El chico del coche verde pasó de noche las clases de Civismo en la primaria y tal parece que si se arregló con los policías (ya había llegado un refuerzo), que le regresaron su tarjetón y se piró. Después, me fueron a visitar a mí para ver "cómo le hacemos" pero como vieron que yo no daba mi bracito a torcer y además, hacía mucho mucho calor y no querían ir a acompañarme al corralón, me dejaron ir en un acto de flojera disfrazada de benevolencia que sólo los policías pueden ofrecer.
Pero acá viene lo bueno: Uno de los policías, el de mayor rango, me regresa el tarjetón y me dice "Revíselo". No lo iba a hacer, en realidad, pero por quedar bien lo chequé... y no era el mío.
"Pero este no es el mío", le increpé al anonadado guardián del orden público mientras descendía de mi vehículo automotor para exigir que me fuera devuelta la documentación correcta, mientras dábale yo la que él me había proporcionado. El poli desde luego, también estaba de a seis, pero estaba seguro que era la única tarjeta de circulación que tenía y me lo demostró sacudiendo su periódico (ese que traía bajo el brazo desde que me detuvo) y el reglamento.
Mientras la discusión del "dónde quedó la bolita" avanzaba, yo me les adelanté a pensar lo que pudiera pasar (como que me la estuvieran escondiendo para una lana extra) y apliqué la más básica de las reglas de la psicología: Para dominar mentalmente al de enfrente, hay que dominarlo físicamente. ¿Qué hice? Me bajé del coche y me senté en la cajuela, para verlos desde arriba y directo a los ojos.
El golpe de gracia se lo ganó el segundo poli a pulso:
-¿No lo tendrá usted en el coche, joven? Revise bien, a lo mejor ya lo tiene y no se acuerda.
-No poli, ya revisé bien; creo que me acordaría de haber recibido mi tarjeta de circulación. A lo mejor se la dieron al del otro coche.
-Eh... ¿Cuál coche?
-El coche verde que estaba atrás de mí hace ratito, antes de que usted le diera algo y se arrancara.
Los dos se quedaron helados. Fríos en serio. El de más rango hasta tartamudeó y el otro mejor se fue a seguir checando coches a la esquina, dejándome al que bien podría haber sido su jefe solito y a mi merced.
El oficial no podía quedar como un idiota, de modo que seguía negando los hechos pero ya bajando la mirada. Y como se hacía tarde y ni él ni yo cedíamos, el poli me acabó por dar la razón parcialmente:
-Híjole joven, pues esto sí está complicado, no puede circular sin tarjetón...
-...ni me pueden llevar sin él al corralón, si no, ¿cómo lo recupero?
-Pues sí joven, tiene razón. Bueno bueno bueno, supongamos que fue mi error, la verdad es que si siento que es mi responsabilidad darle al menos una contraseña para que de camino a su destino ya no lo paren otros policías.
-No se me apure poli, de todos modos ya no llego [Y era real, llevábamos una hora de discusión]. Ahorita lo dejo aquí a la vuelta de la esquina estacionado y vengo mañana por él.
-¿De verdad? Es que mire, sí siento pena por lo que pasó aunque pues los dos cometimos un error, ¿verdad?
-[¿Los dos?] No poli, para nada, de verdad no se preocupe.
-Bueno, al menos déjeme decirle cómo es el trámite para sacar de nuevo su tarjetón: tiene que ir con el juez cívico y [...]. Para agilizar un poco el trámite, pues tiene que darle unos cien pesitos al juez, ¿no?
-Aaaah, bueno, está bien, gracias por el dato.
-Mire joven, como no supimos si usted o yo perdimos la tarjeta, le coopero con $50 para lo que le de al juez, tome.
-[¿¿ô.ó??] ¿Perdón?
-Sí joven, mire, ya que no puedo hacer nada por la tarjeta, al menos sí para la nueva.
-No poli, ¿cómo cree? ¿Cómo me va a estar dando dinero usted? En serio, déjelo, ya me voy [Me bajo de la cajuela].
-Mmm... bueno, joven... [ve mi licencia] Pérez. Antonio, perdón. Que tenga una buena tarde. Váyase con cuidado.
-Gracias mi poli. Con permiso.
Al final, hasta de apretón de manos nos despedimos.
Y ya que andaba yo de suerte, en lugar de dejar el coche en la siguiente cuadra, me aventé a llevármelo hasta mi casa sin poder circular y sin tarjetón, con tanta fortuna que no me tocó ninguna otra patrulla.
Claro, ya estacionando el coche en mi casa me temblaban las patitas.
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Oyendo: Miranda! - Yo te diré
Comentarios
Saludos...
Leo.
JL
pero como me reí xD
por eso no tengo coche ; )
PInches policias me cae de madre que opr eso no se progresa....
pero hueno. Que paso con la tarjeta? (espera... por que no te pregunto si te tengo 2 lugares a la derecha?) jajajaja
Trabajaré duro por no arruinar las cosas a mi alrededor.
Luv ya
Lo mejor del caso, fue tu actitud, ni te dejaste, ni te les pusiste al brinco. Ojalá hubiera más gente que estuviera dispuesta a hacer las cosas de la manera más correcta posible.
Saludos.